De todas las dimensiones de la existencia es quizás, el ámbito de las relaciones con los demás, el más complejo y difícil de llevar. Las relaciones entre padres e hijos, entre socios, entre hermanos, entre amigos y sobre todo, las relaciones de pareja. La Astrología, y en concreto la Carta Astral nos habla de todos estos tipos de relaciones y de cómo nos enfrentamos en estas áreas y que tipo de problemas o dificultades nos podemos encontrar. Pero en este caso vamos a intentar centrarnos en las relaciones de pareja.
Es muy probable que, de todas las relaciones, sea la relación de pareja una de las más importantes de nuestra existencia, ya que es la relación que tenemos oportunidad de vivir a más niveles y en más profundidad (plano físico, emocional, mental…). De hecho, podríamos empezar argumentando que, si queremos tener una relación profunda con cualquier persona, deberíamos comenzar por mantener una buena y profunda relación con nosotros mismos. O quizás preguntándonos; ¿necesito realmente tener una relación de pareja? La sociedad en la que vivimos «espera de nosotros» que para que seamos «normales» sigamos la pauta establecida, es decir, en la mayoría de las culturas sería algo como: en nuestra adolescencia – juventud conocemos una persona especial, mantenemos unas relaciones prematrimoniales o no, nos casamos, tenemos hijos y pasamos el resto de nuestra existencia juntos felices y comiendo perdices. A menudo, pese a que lo intentemos con todas nuestras fuerzas y buena predisposición, no es así. La pregunta, llegados a este punto, sería: ¿Estoy respondiendo a aquello que realmente necesito o estoy haciendo aquello que se espera que haga y es considerado como «normal”? A menudo comenzamos a explorar en el terreno de las relaciones íntimas cuando somos todavía muy jóvenes, hemos empezado a desarrollar nuestra personalidad y comenzamos a experimentar en el terreno del compartir en profundidad. Y cuando todavía estamos bastante «verdes» en ese terreno, lo que se califica como «normal», es que tomemos una decisión que nos va a afectar y comprometer para el resto de nuestra vida. Pero, independientemente de ello, nuestras personalidades (la nuestra y la de nuestra pareja), continúan desarrollándose, y no siempre siguiendo un camino paralelo. Es posible que un día, cuando empezamos a madurar, nos damos cuenta de que no era eso exactamente lo que queríamos, o que la persona que tenemos a nuestro lado no responde a nuestras necesidades más profundas, o evoluciona (o involuciona) hacia una dirección que no nos gusta o no nos interesa. A medida que maduramos y evolucionamos nos reconocemos, vamos entrando más y más en contacto con aquello que somos y aquello que necesitamos y queremos, y quizás no tenga nada en absoluto que ver con la persona que tenemos a nuestro lado. Y dramáticamente, cuando llegamos a tener consciencia de ello nos vemos empujados a tomar una decisión importante (aunque a veces no seamos conscientes de ello): o sacrifico quien soy para que la relación exista, o sacrifico la relación para ser quien soy. No se trata de criticar una decisión u otra, se trataría de tomar consciencia de lo que hacemos y de porqué lo hacemos. Sólo aceptando quienes somos, qué tenemos y qué hacemos, estaremos en posición de poder cambiar alguna cosa por nosotros mismos.
Esta línea de trabajo anteriormente expuesta no ha de incluir necesariamente a todo el mundo, pero es bastante habitual. La Carta Astral nos «recuerda» que tipo de relación queremos (si la queremos), y que esperamos de ella. Nos habla, entre otras cosas, de los mecanismos que se ponen en marcha cuando nos encontramos en relación íntima, a que partes de nosotros afecta y cómo la entendemos. Decía al principio de este artículo que si uno quiere tener una buena relación con los demás, debería empezar por tener una buena relación consigo mismo. ¿Cómo voy a expresar mis sentimientos y mis emociones a otra persona, si me cuesta conectar, aceptar o reconocerlos en mí mismo?
Lejos de creer que tengo las soluciones universales para las relaciones íntimas, espero que lo anteriormente expuesto sirva para plantear nuevas maneras de abordar las relaciones, sobre todo la propia, y para que nos preguntemos a nosotros mismos quienes somos y qué es lo que queremos.